sábado, 5 de mayo de 2012

Mi experiencia en Alemania

Hace ya casi dos semanas que volví de Múnich. El tiempo ha pasado muy rápido: los alemanes vinieron, estuvieron una semana, y se marcharon. Ésta ha sido la primera vez que he ido a Alemania y la impresión ha sido bastante buena, incluso mejor que cuando estuve en Liverpool el verano pasado.

Alemania es un país muy parecido a España pero a la vez muy diferente y la mejor manera de conocerlo es ir allí. Yo he tenido la suerte de estar en una familia y esta familia se ha portado muy bien conmigo. El chico se llamaba Alex y no tenía hermanos. Desde el primer momento nos hemos llevado muy bien: primero hablamos un par de veces por Facebook y nos escribimos varios e-mail y después, cuando vino a recogerme al aeropuerto con su mejor amigo, Julius, no paramos de hablar en el coche. Julius era el compañero de Adrián y hablaba muy bien castellano aunque le tuve que pedir que por favor me hablase en inglés (para que pueda practicar un poco). En el coche íbamos los cuatro con la madre de Julius y nos enseñaron las principales calles de la ciudad y algún edificio desde fuera. Yo no paraba de hablar con ellos y Adrián estaba más callado. Recuerdo que también nos dieron una gran sorpresa cuando me dijeron que tenían entradas para ver el partido Bayern München - Real Madrid del día siguiente. Mi sorpresa fue muy grande porque ya había hablado con Alex sobre conseguir entradas y justo dos días antes de irme, me envió un e-mail diciéndome que había más de 180.000 solicitudes sólo por Internet y que sería muy difícil conseguirlas.

Ya en casa, conocí a Anna, la madre de Alex, y me llamó mucho la atención que en Alemania casi todo el mundo hablaba inglés con bastante fluidez. Luego me llevé una gran desilusión cuando fui a abrir mi maleta para sacar algunos productos típicos españoles que llevaba como obsequio a la familia. Llevaba un trozo de queso, aceitunas, algo de jamón y de lomo y una botella de aceite y otra de vino. Cuando abrí, mi ropa olía a alcohol, la botella de vino se había roto por un pedacito en la base. No sé cómo había ocurrido, pues lo había previsto y coloqué las botellas en el centro de la maleta y rodeadas de ropa para amortiguar los golpes. Por suerte, no toda la ropa se manchó porque la botella iba dentro de una bolsa. Al final tuve que preguntar por una tintorería pero Anna, muy amablemente, se ofreció a poner una lavadora.

Luego me duché, llegó Dieter (el padre) a casa y cenamos. Durante la cena hablamos mucho y supe a qué se dedicaban. Anna tenía una empresa de turismo y había vivido un año en Mallorca pero no sabía español y Dieter era el gerente de una empresa que organizaba grandes exposiciones. Ahí es donde había conocido al jefe de la seguridad del Allianz Arena, el hombre que nos regaló las entradas.

Al día siguiente, como haríamos el resto de los días, fuimos al instituto para empezar una excursión al centro de la ciudad. Allí compré una bufanda en la tienda del Bayern que era la mitad del Bayern y la mitad del Madrid. Comimos el un restaurante de comida rápida en el que yo hice medio de intérprete de alemán porque mi nivel es muy básico. A penas puedo tener una conversación y me cuesta mucho entender lo que hablan pero si me hablan despacio puedo entender bien, lo más difícil es componer frases (los alemanes dicen que hablo como los bebés) pero me puedo entender. Cuando a duras penas lo había pedido todo, la camarera me dijo: -Hablo español._ y es que en su camireta ponía un cartelito que decía "Beatriz". En fin, fue una anécdota muy graciosa pero sería la única española que encontraríamos en toda la semana.

Cuando llegué a casa me duché, y nos fuimos al partido sobre las siete de la tarde. Yo creía que íbamos a cenar en casa e irnos más tarde al partido, que empezaba a las nueve menos cuarto. Pero resulta que las entradas incluían cena en la zona de "asientos de negocios", eran los asientos VIP. En fin, allí estabamos Adrián y yo, los únicos españoles en aquellos grandes salones de gente trajeada. Por si fuera poco yo llevaba la camiseta del Real Madrid y la bandera de España en la bolsa (que ambas luciría durante el partido). La cena era de las que puedes coger lo que quieras , por lo que Adrián y yo aprovechamos para probar comida típica alemana y, como no, la cerveza. Al final vimos buen fútbol, que era lo que yo quería, aunque el Madrid no ganó. Saliendo de allí estaba el autobús del Madrid, no éramos más de veinte personas las que estábamos allí (yo era el único español) y los jugadores ni se acercaron. Ya despidiéndonos de este hombre que había cenado con nosotros, nos regaló una bufanda del Bayern a cada uno y realmente fue de lo mejorcito del viaje.

Al día siguiente todos nos preguntaron por el partido, fue un momento muy bonito para recordar. Ya continuamos la semana visitando lugares muy bonitos y una noche nos sacaron a Adrián y a mí a cenar fuera con nuestras familias de acogida, donde también probamos la cerveza aunque esta vez era de 0'5l. Recuerdo que a mi me repitieron las cosas tres veces: primero en alemán, después en inglés y al final en castellano y acabé asintiendo con la cabeza sin saber a qué. Adrián se quedó en manga corta en el restaurante pero supimos controlar la situación y no pasó nada más, al contrario, la cosa se calmó y seguimos cenando y charlando como cualquier otra noche.

La experiencia ha sido maravillosa, he conocido a mucha gente y creo que he hablado en estas dos semanas más inglés que en el mes que estuve en Liverpool. No porque allí estuviera callado, sino porque en este viaje he intentado estar lo más lejos de los españoles posible. Al principio, con Alex, después con los demás chicos y ya en España con las alemanas.
Recomiendo mucho este tipo de actividades porque conoces a gente y practicas idiomas, tanto es así, que pienso volver un mes en verano.

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